Gian Franco Pagliaro Dedicado a Veronica Lyrics

La conocí en una librería de la calle Corrientes,
donde están casi todas las librerías de Buenos Aires,
a finales del 75 y a comienzo de los que serian
los años mas torturados de la Argentina.
El Río de la Plata se preparaba para recibir
un nuevo contingente de inmigrantes que
llegarían, despues se supo, acecinados, sin nombres,
sin apellidos, sin equipaje y desde el aire.
Los ecos de las últimas canciones de protesta
eran estrangulados en cada programa de radio y televison, por los comunicadores de nuestra soberania nacional.
las palabras estaban desapareciendo una a una, de los reprimidos vocabularios, la luz era secuestrada a plena luz del dia y la vida, como en una pelicula de suspenso era perseguida y ultimada por los menos sospechosos.
los oidos se habian vuelto sordos, los ojos ciegos, los cantores mudos y los corazones negros,
La libertad se exilio, la dictadura se quedo.
Yo estaba revolviendo, como de costumbre, libros en oferta,
de esos que pasan de moda o dejan de leerse y se liquidan
como liquida un verdugo a su víctima.
Ella hojeaba, tal vez, el único ejemplar del Diario del Che
que aún sirculaba libremente por las librerías.
Bella, peligrosamente bella, con un cuerpo subversivo
escondido tras un vestido largo y ancho de bambula,
me miraba de reojo y hojeaba el libro.
En realidad, miraba a todos de reojo,
como si se sintiera vigilada.

"Si tomás un café conmigo me afiliaré a tu partido
y te ayudaré a cambiar el mundo", le susurre al oido,
mordio el ansuelo y fuimos a un bar cerca de ahí, un bar de moda,
lleno de gente con cara de clase media psicoanalizada
que seguia hablando de burguesía y proletariado.
Yo me había detenido en esa boca roja y revolucionaria
pensando en la fiesta de besos que iba a tener mas tarde.
Tan sólo un beso de despedida me dio cuando a la noche
la dejé en la puerta de la Facultad, y un número de teléfono.

- Llamáme el fin de semana, mañana y pasado tengo examen -,
me dijo con esa voz que me rompió el alma en dos
y el corazón en cuatro.
La llamé ese fin de semana y todos los fines de semana de ese año.
Nunca nadie me contestó, nunca más la vi en ningún bar,
en ninguna librería de la calle Corrientes, en ninguna Facultad.

Un día de muchos años después,
apareció su foto entre tantas fotos
de tantos y tantos desaparecidos.
Qué injusticia. Era tan joven y bella.

Verónica se llamaba.
Estudiaba arquitectura y tarareaba una canción de los Intillimani
un grupo chileno muy famoso en ese tiempo.
En una parte del estribillo, si no me falla la memoria, la cancion decía:
"El pueblo unido jamás será vencido."

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