Jorge Cafrune La frontera Lyrics

Tuve en mi pago en un tiempo

hijos, hacienda y mujer;

pero empecé a padecer,

Y me echaron a la frontera,

¡ y qué iba a hallar al volver ¡

Tan sólo hallé la tapera.

Sosegao vivía en mi rancho,

como el pájaro en su nido.

Allí mis hijos queridos

iban creciendo a mi lao...

Sólo queda al desgraciao

lamentar el bien perdido.

Yo llevé un moro de número

¡ sobresaliente el matucho ¡

Con él gané en Ayacucho

más plata que agua bendita.

Siempre el gaucho necesita

un pingo pa fiarle un pucho.

Y cargué sin dar más güeltas

con las prendas que tenía.

Gargas, poncho, cuanto había

en casa, tuito lo alcé.

A mi china la dejé

medio desnuda ese día.

Y ansí en mi moro escarciando

enderesé a la frontera.

¡ Aparcero ¡, si usté viera

lo que se llama cantón...

Ni envidia tengo al ratón

en aquella ratonera.

Y ¡ qué indios ni qué servicio ¡

¡ Si allí no había ni cuartel ¡

Nos mandaba el coronel

a trabajar en sus chacras

y dejábamos las vacas

que las llevara el infiel.

Yo primero sembré trigo

y después hice un corral;

corté adobe pa un tapial,

hice un quincho, corté paja...

¡ La pucha que se trabaja

sin que le larguen un rial ¡

Más de un año nos tuvieron

en esos trabajos duros;

y los indios, le asiguro,

dentraban cuando querían;

como no los perseguían

siempre andaban sin apuros.

Tiemblan las carnes al verlo

volando al viento las cerdas;

la rienda en la mano izquierda

y la lanza en la derecha,

ande enderiesa abre brecha,

pues no hay lanzaso que pierda.

Sabe manejar las bolas

como naides las maneja;

cuanto el contrario se aleja

manda una bola perdida,

y si lo alcanza, sin vida

seguro que lo deja.

Y el indio es como la tortuga

de duro pa espichar;

si lo llega a destripar

ni siquiera se le encoge,

luego, sus tripas recoje,

y se agacha a disparar.

Una vez, entre otras muchas,

tanto salir al botón,

nos pegaron un malón

los indios, y una lanzada,

que la gente acobardada

quedó dende esa ocasión.

¡ Es de almirar la destrreza

con que la lanza manejan ¡

De perseguir nunca dejan,

Y nos traiban apretaos.

¡ Si queríamos, de apuraos,

salimos por las orejas ¡.

Y pa mejor de la fiesta,

en esa aflición tan suma,

vino un indio echando espuma

y con la lanza en la mano

gritando: "Acabau, cristiano,

meter lanza hasta el pluma".

Tendido en el costillar,

cimbrando por sobre el brazo

una lanza como lazo,

me atropeyó dando gritos.

Si me descuido... el maldito

me levanta de un lanzazo.

Si me atribulo o me encojo,

siguro que no me escapo.

Siempre he sido medio guapo;

pero en aquella ocasión

me hacía buya el corazón

como la garganta al sapo.

Dios le perdone al salvaje

las ganas que me tenía...

Desaté las tres marías

y lo engatusé a cabriolas...

¡ Pucha ¡... Si no traigo bolas

me achura el indio ese día.

Era el hijo de un casique,

según yo lo averigüé;

la verdad del caso jué

que me tuvo apuradazo,

hasta que al fin de un bolazo

del caballo lo bajé.

Ay no más me tiré al suelo

y lo pisé en las paletas;

empezó a hacer morisquetas

y a mesquinar la garganta.

Pero yo hice la obra santa

de hacerlo estirar la geta.

Allí quedó de mojón

y en su caballo salté;

de la indiada disparé,

pues si me alcanza, me mata;

y al fin me les escapé

con el hilo en una pata.

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